Buenos días, Amor, nos alegra mucho entrevistarla para la sección SERIE LIMITADA de Morillon Avocats.
¿Puede presentarse brevemente para nuestros lectores?
Buenos días. En primer lugar, quiero agradecer a Morillon Avocats su invitación a este espacio. Es un privilegio poder llegar desde esta tribuna a la comunidad francófona a la que estoy muy vinculada
Me crie en Bruselas. Aprendí a leer y escribir en francés por lo que tengo muchas referencias con Francia y su idioma en mi vida.
Profesionalmente colaboré como psicóloga con el Lycée Molière hasta que fuimos confinados debido al Covid. En mi consulta atiendo a personas que prefieren expresarse en su lengua materna cuando buscan ayuda.
Mi trayectoria anterior arrancó en una multinacional, en el área de Recursos Humanos, y posteriormente pasé al área de Marketing, Publicidad y Patrocinio. Fueron años muy interesantes, de mucho trabajo y de mucho crecimiento profesional. Descubrí lo mucho que me gusta la gestión y que dirigir un equipo humano consiste más en ayudar a que cada uno sepa cuál es su trabajo, y cómo desempeñarlo con autonomía, que en controlar y sancionar.
Es Usted la primera profesional de la psicología a la que entrevistamos, y queríamos hacerlo porque, a raíz de la pandemia y de los tiempos tan “turbulentos” que hemos vivido y aún vivimos, nos interesaba tener una opinión profesional sobre como ha cambiado la “psiqué” colectiva, y como nos recuperamos, o no, de las recientes convulsiones en la sociedad.
Desde el inicio de la pandemia saltaron todas las alarmas en relación con la salud y bienestar de la población en general, y de los colectivos más desfavorecidos en particular.
Había una amenaza real, -un virus que mataba-, de la que desconocíamos prácticamente todo. El miedo y la incertidumbre se hicieron intolerable para muchas personas.
Esa combinación es peligrosa para nuestro bienestar psicológico. Nuestro organismo, buscando protegerse, emite distintas respuestas que nos ayudan a manejar este tipo de situaciones:
- Fisiológicas, como la elevación del ritmo cardiaco o la secreción de hormonas como el cortisol, etc.
- Cognitivas, como la preocupación, o la “rumia” reiterada de aquello que nos angustia.
- Conductuales, como buscar información o ignorar las medidas preventivas básicas contra el contagio, entre otras muchas.
Además, el confinamiento y el alejamiento de nuestro círculo han tenido unas consecuencias tremendas en nuestras vidas: soledad, tristeza, impotencia, rabia, pérdida de capacidades tan básicas como la libertad de movimientos, sin olvidar el gravísimo menoscabo económico…
Y todo ello sin hablar de las terribles consecuencias vividas por muchas familias con el fallecimiento de algún miembro y/o amigos cercanos.
El panorama fue desolador y las consecuencias perduran.
¿Qué es lo que más ha detectado en sus pacientes que suponga alguna diferencia significativa con la era pre-pandemia?
No sabría decirle, sigo viendo los mismos cuadros, principalmente personas con problemas de ansiedad y depresión. Quien sabe si esas mismas personas hubieran buscado ayuda si no hubieran sufrido la pandemia.
Sin embargo, lo que si he notado a mi alrededor es una hipersensibilización frente a pequeñas molestias, discrepancias o conflictos, con respuestas verbales violentas, juicios sumarios y dramatizaciones excesivas que resultan agotadores para todos.
Un cambio notable y positivo, es la mayor disponibilidad para tener sesiones “online”. Antes de la crisis la mayoría de profesionales y pacientes ni nos planteábamos la atención vía Internet que hoy en día se ha normalizado.
¿Qué tipos de personas acuden a su consulta que antes no acudían… o con que “dolencias”?
Pues en mi caso no he visto ninguna diferencia, ni en el perfil de personas ni en el tipo de problemas que plantean. Los problemas de ansiedad y sus derivadas son los que más se presentaban antes y también ahora.
La falta de contacto con los valores personales es muy frecuente también. No lo expresan de este modo, pero es fácil encontrar su reflejo en una sensación de vacío, de ir a la deriva, sin norte, en una la falta de vitalidad y alegría, en un profundo cansancio, en el desencanto, en la rutina, en la perdida de la ilusión, en el sentimiento de no encajar sin saber muy bien porqué.
Es más fácil acudir a un psicólogo hoy en día que hace unos años. ¿A que lo achaca Usted?
Categóricamente, sí. Aunque todavía persisten reticencias del tipo, “yo mismo tengo que poder salir de esta” o “con lo complicado que es mi caso, nadie me va a poder ayudar” o “llevo mucho tiempo intentándolo” … el estigma de que había que estar “loco” para recurrir a un profesional se ha suavizado mucho.
A esto tenemos que añadir que la “cultura del pensamiento positivo” lo está invadiendo todo. Que estar “bien” se ha convertido en un imperativo que empuja a muchas personas a consultar porque en sus vidas hay problemas, momentos difíciles, pérdidas y conflictos.
Paradójicamente esta búsqueda de la “felicidad”, con formato de frases motivacionales e imágenes de unicornios rosas, está creando una legión de personas que se sienten desgraciadas porque no viven en un mundo sin contrariedades ni problemas. Cuando la verdad es que los problemas, los fracasos, las enfermedades y las pérdidas son una parte normal de la vida que además se van haciendo más frecuentes a medida que nos hacemos mayores.
Querer acabar con ellos es negar la realidad y origen de muchos comportamientos problemáticos que terminan comprometiendo seriamente la calidad de vida de las personas. Es como querer parar las olas en el mar, agotador e inútil
Otra variable facilitadora es el acceso a información sobre qué es y para qué sirve ir al psicólogo. Frente al cliché del psicoanalista que te “secuestra” para los próximos 15 o 20 años, las intervenciones cognitivo-conductuales bien llevadas dan resultados muy buenos y en un plazo absolutamente más breve, la persona empieza a experimentar una mejora en su calidad de vida, con una inversión en tiempo y en dinero significativamente menor.
Los pacientes que acuden por primera vez, ¿diría Usted que saben lo que quieren?
La mayoría de los pacientes llegan a consulta con una idea lógica: eliminar ese malestar que les está lastrando “Quitarme esta tristeza”, “Dejar de sentir esta ansiedad que me tiene agobiado”, “Volver a sentirme bien”.
Claro que cuando pregunto cómo sería su vida, qué cambiarían si no tuvieran esa ansiedad, esa tristeza, esa inseguridad… se producen silencios incómodos momentos de gran soledad. Muchas veces no hay un proyecto de vida y/o una idea de qué tipo de persona quiero ser, cómo me quiero ver actuar como padre, como hijo, como pareja, como amigo, cómo quiero cuidar de mi… A eso es a lo que me refiero cuando digo que hay una falta de valores personales que orienten e impregnen lo que hacemos en el día a día.
Así que vamos cambiando esos objetivos emocionales por otras formulaciones más útiles, y toca aprender que las emociones no se controlan ni se convocan. Las emociones vienen y van en respuesta a las situaciones en las que nos enfrentamos y en función de nuestra historia de aprendizaje.
Toca aprender, y experimentar, que los pensamientos tampoco son nuestros amos y que nosotros podemos decidir qué hacer, aún cuando las ganas o no ganas nos digan lo contrario.
Muchas personas vienen en busca de un lugar en el que poder hablar, expresarse, buscar confirmación o salir de dudas, pidiendo consejos o simplemente que las escuchen. Quieren apoyo emocional tanto o una dirección para sus vidas.
Otras esperan que, con el simple hecho de venir a consultar, sus problemas se arreglarán, creyendo que el trabajo lo ha de hacer el psicólogo y no ellos.
En esos casos toca decir: “aquí no es y así no es” y buscar con la persona la definición de objetivos compartidos que nos permita evaluar, después de 5 o 6 sesiones, tanto si estamos avanzando como si lo que estamos haciendo le resulta de utilidad.
¿Qué dificultades, frenos o reticencias observa Usted más a menudo en el transcurso de una psicoterapia o de un “coaching”, según las nuevas modalidades de “acompañamiento de vida”?
Por ejemplo, cuando se concibe la terapia como una descarga o un lugar donde me escucha, o un sitio donde me dan soluciones a mis problemas. Entonces toca darle la vuelta a ese planteamiento para cambiar la perspectiva, y no es fácil ajustar las expectativas ya que no todo se puede arreglar ni todo son problemas psicológicos.
Otra dificultad es conseguir el compromiso de cambio o la adherencia al tratamiento como se llama en medicina. Aunque podemos estar de acuerdo con lo que hay que hacer, la dificultad se plantea en el momento de pasar a la acción. Pongamos el ejemplo de un adolescente que se siente muy mal, se queda en casa mirando series en TV o jugando online, está deseoso de tener amigos o pareja, pero por vergüenza y el miedo anticipado a un hipotético rechazo ni acepta invitaciones ni inicia contactos sociales alimentando y perpetuando un círculo vicioso. El reto va a consistir romper el mito que con hablar se arreglan las cosas y que empiece a hacer lo que teme.
Le vamos a pedir que establezca, a partir de su propia experiencia profesional, las 3 (o las 5) situaciones que prioritariamente empujan a consultar con un psicólogo.
- Todo tipo de cuadro relacionado con la ansiedad: ansiedad social, generalizada, fobias, TOC
- Adicciones a sustancias, juegos, alimentación, sexo, compras…
- Problemas y conflictos familiares o de parejas
- Depresión, malestar general, falta de sentido vital, dudas existenciales
¿En cuál de ellas le cuesta más al paciente “superar” el problema que lo trajo hasta Usted”?
Cuando el comportamiento disfuncional es reforzado y mantenido por el contexto social y familiar. En esos momentos siento que estamos remando solos y a contracorriente.
¿Cree Usted que en general las personas están suficientemente “equipadas” para lidiar con los problemas psicológicos que les presenta la vida? En caso negativo, ¿a qué lo achaca Usted?
No, una parte de la población no lo está.
Y, discúlpeme, pero debo matizar su pregunta, ya que la vida no presenta problemas psicológicos. La vida presenta problemas que nosotros afrontamos con mayor o menor probabilidad de éxito según las capacidades de cada uno. Esos problemas a veces están directamente en relacionados con lo que hacemos (fumar/cáncer de pulmón), a veces ocurren sin tener nada que ver con lo que hacemos (la muerte de un ser querido) y otras veces los problemas aparecen porque es complicado mantener a largo plazo relaciones de familiares, afectivas o cumplir con las expectativas de éxito que nos imponen los estándares sociales: ser un buen padre, un buen hijo, una buena pareja, tener un trabajo prestigioso y bien pagado, cuidar de nuestra salud, alimentación, tiempo libre, amigos…. ¡Sólo con decirlo me canso!
Lo más normal en la vida es tener problemas. Sin embargo, desde hace unos años nuestra sociedad se ha visto colmada de “soluciones para todo”, se nos ha trasmitido la idea de que el progreso todo lo puede y soluciona, a pesar de que periódicamente sufrimos una crisis económica (paro y falta de ingresos), sanitaria (COVID) o desastres naturales incontrolables que nos recuerdan que no podemos controlarlo siempre todo.
Aun así, seguimos alimentando la ilusión de que lo normal es no tener problemas, y las familias crían a sus hijos para que no les pase nada y tengan de todo. Esto en sí mismo no es una mala idea, pero en la práctica resulta desastroso para el niño/a y su familia porque nos empeñamos en que no vivan situaciones molestas sin enseñarles a afrontar el más mínimo problema. Como no queremos que se hagan daño si se caen, vamos delante de ellos quitando las piedras de su camino para que no tropiecen y sembrando colchones por si se caen.
En el mejor de los casos serán personas frágiles y miedosas con dificultades para enfrentarse a la vida y sus exigencias, mientras que en los peores casos serán individuos sin ninguna tolerancia a la frustración, enfadados con el mundo porque no es lo fácil y no les da lo que quieren cuando y como ellos quieren.
Dicho de otra manera, no queremos que nuestros hijos experimenten el dolor normal de enfrentarse a situaciones difíciles que la vida inexorablemente nos plantea desde muy pequeños (robar un juguete, quitar el bocadillo, no ser elegido para jugar en el equipo de futbol, …) Por eso en nuestra sociedad tenemos adultos, jóvenes y adolescentes, sufriendo y quejándose por todo al sentirse desamparados e incapaces porque no han aprendido a darle a la vida las respuestas adecuadas cuando tienen problemas en el instituto, en el trabajo, con sus parejas, padres, profesores o amigos.
¿Qué corriente de la psicología actual le parece más prometedora, innovadora y exitosa?
Cualquiera que se base en evidencia científica. Es decir, todos los acercamientos conductistas-contextuales. Hay toneladas de investigación que dan razón de cuáles son los protocolos más útiles y eficaces.
La terapia cognitivo-conductual y las terapias llamadas de Tercera Generación como la Activación Conductual (AC), la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), Terapia Analítico Funcional (FAP) entre otras.
Si queremos ayudar a una persona tenemos que conocer y manejar con soltura los procesos de aprendizaje, hacer un análisis funcional personal de cada caso para entender qué es lo que está pasando, hacer hipótesis sobre qué mecanismos son los que explican mejor las conductas, para planificar la intervención.
Una psicoterapia eficaz es un trabajo detallado, minucioso, idiosincrático y absolutamente personalizado. Implica romper con los aprendizajes que llevaron a la persona a sufrir y brindar opciones totalmente distintas para interactuar con el entorno, con uno mismo, con la historia de la persona y con las relaciones entre lo que ocurre ahora y lo que ha ocurrido en situaciones similares durante su vida. Modificar reglas verbales, creencias de alta jerarquía, sistemas de inferencias, atribuciones de significado, conceptos sobre el mundo y sobre sí mismo. El entrenamiento en discriminación, alteración del deterioro atencional y perceptivo forman parte de este aprendizaje para modificar tanto las respuestas públicas como privadas ante contingencias problemáticas.
No es, ni puede ser, un trabajo sencillo. Pero cuando se hace bien, los resultados son espectaculares.
No todo vale, y el sentido común no sirve pues es una tarea que va mucho más allá del buen rollo positivo, la empatía o una buena relación terapéutica.
Afortunadamente la formación en la universidad española ha mejorado enormemente y los profesionales están cada día mejor preparados y en constante formación.
Cuando no está trabajando, ¿a qué le gusta dedicar su tiempo?
Leer, siempre tengo dos o tres novelas en danza, ir al cine al menos una vez a la semana, quedar con amigos, salir en moto, el placer de una buena mesa. ¡Me dedico a ello y cumplo!
Capítulo aparte estarían los viajes. Me encanta planificar rutas y descubrir lo que el lugar tenga que ofrecer. No soy exhaustiva ni busco saberlo todo de su historia, monumentos o museos. La fase “compulsiva” de visitarlo todo ha dejado sitio al placer de estar. Cenar en una trattoria en la placita de un pueblo en las laderas cerca de Agrigento en Sicilia, o desayunar “perdiendo el tiempo” en San Miguel de Allende, charlar con desconocidos en el desierto del Kalahari eso es para mí lo esencial del viaje, destilar el tiempo y alimentar el alma.
Y por supuesto estudiar.
Me encanta lo que hago y tengo ansias por saber y seguir aprendiendo.
¿Hay personas (famosas o no) que sean fuente de inspiración para Usted? ¿Por qué motivos?
Es curioso, esta pregunta la planteo habitualmente en consulta cuando siento que la persona está perdida, y desde ahí vamos destilando cuáles son o no son. Los valores funcionan como una brújula indicando la dirección a seguir, no son objetivos ni metas. Los objetivos se alcanzan los valores no, nunca se agotan e impregnan los comportamientos en nuestro día a día.
En mi caso diría que son mis padres. Su resiliencia, su capacidad de trabajo, su compromiso, su apoyo. Hijos de la postguerra, para ellos la vida no ha sido nada fácil, pero fueron personas valientes, mirando para delante sin dejarse ganar por las injusticias, las dificultades. Como modelo también me han servido para saber lo que no quiero y cultivar otras facetas que no estuvieron presentes en su vida y que para mí son importantes, un cierto sentido hedonista de la vida que ellos no tenían.
En general me produce admiración cualquiera que deje huella con su trabajo, poco importa que sea en el dominio de la ciencia, de la salud, o en el mundo del arte, la música o la literatura. Gracias a su pasión y entrega nos beneficiamos todos.
Supongo que de ahí viene mi afán en contribuir de la mejor manera que puedo en lo que hago.
Dígame qué 3 metas quisiera conseguir a corto plazo.
- Un viaje en moto desde Madrid bordeando la costa adriática cruzando Croacia, Bosnia Herzegovina, Montenegro hasta llegar a Grecia y vuelta.
- Coger los lápices y practicar el dibujo
- Buscar colaboraciones para difundir píldoras de psicoeducación y llegar a colectivos numerosos como una forma de intervención “masiva” versus el “one to one” de la consulta.
¿Qué piensa usted que más necesitamos, ahora mismo los humanos para encaminarnos hacia un mundo mejor?
Bondad y generosidad, y no me refiero a un mejor reparto de las riquezas o un mejor uso de las mismas para el bien común, sino a un sentido de la vida basado más en ser que en tener, en compartir (tiempo, atención) que acaparar, en buscar similitudes que en exaltar las diferencias.
El hombre es un animal social que necesita de los demás para vivir y desarrollar su potencial. De aquí nos vamos a ir sin ningún bien material conseguido a base de matarnos trabajando. Sin embargo, vivimos en dirección contraria a este percepto y lo recordamos siempre demasiado tarde cuando llega la hora de hacer cuentas. Entonces las personas lo que recuerdan son las experiencias que han vivido, esa alegría con sus hijos, o es viaje por los andes, o esas tardes con el gato leyendo delante de la chimenea o los paseos después de la lluvia con su mujer, y no el coche, ni la marca del bolso, ni, ni, ni…
Y lo que nos pesas no es haber amasado riqueza y fama, sino haber disfrutado poco de la vida, no haber amado más y no haber cultivado más las relaciones personales.
Muchas gracias por dedicarnos un poco de su tiempo, y esperamos que le haya resultado agradable compartir esta charla con nosotros.
Ha sido un placer. Como ya se habrá dado cuenta, me encanta hablar de lo que hago, compartir y difundir una visión diferente de lo que es la psicología y el rol del psicólogo. Desmitificar la imagen que se tiene de él, entre hechicero de la tribu, un ser en especial en posesión de la verdad o un hombro amigo al que ir a buscar consuelo.
Una versión tal vez menos romántica pero mucho, mucho más útil.
Gracias a Morillon Avocats por darme la palabra.