Buenos días, Elena, nos alegra mucho entrevistarla para la sección SERIE LIMITADA de Morillon Avocats.
Presentación
Nos gustaría que se presentara brevemente. Cuéntenos, ¿de dónde es Usted, donde estudió, en que trabaja?
Soy madrileña de nacimiento y de corazón (aunque este último se reparta entre España y Francia), viví muchos años en la Comunidad Valenciana y he regresado a Madrid hace relativamente pocos años.
Estudié la carrera de derecho y dos másteres (un máster de asesoría fiscal y un MBA) en la Universidad Miguel Hernández de Elche. El siguiente posgrado en fiscalidad internacional lo cursé en la Universidad de Valencia y el último posgrado de perfeccionamiento en fiscalidad internacional que hice como reciclaje profesional lo cursé en la Universidad de Santiago de Compostela.
Trabajo como abogada tributarista, especializada en tributación de las personas físicas, fiscalidad internacional y más concretamente en fiscalidad franco – española, aunque también toco la parte de derecho de sucesiones porque muchas veces viene muy imbricada con la parte fiscal. Desde hace ya nueve años soy colaboradora del despacho Morillon Avocats.
Faceta Profesional
¿Por qué eligió esta profesión y en particular esa rama?
Lo cierto es que, al principio, la profesión no la tenía muy clara.
Buscando orientación, tuve conversaciones transcendentales con mi profesora de inglés y con el mi profesor de griego…la primera me aconsejó que eligiera algo que me pareciera divertido y el segundo que no me limitase al ámbito nacional, dada la facilidad que tenía con los idiomas,
Curiosamente, me resultaba divertido leer los expedientes del juzgado que mi padre, también jurista, se llevaba a casa cuando era niña.
Me decidí por esta rama en la primera clase de derecho financiero y tributario, cuando me di cuenta de que los casos eran como hacer un puzle, en el que buscas la pieza que hace que todas las demás encajen. Quería encontrar respuestas para todas las preguntas que me hacía, y me entusiasmaba cada vez que encontraba una respuesta que levantaba otra pregunta.
A los pocos meses era tal mi fascinación por esta rama, que me presenté en el área de derecho financiero y tributario de la Universidad a pedir trabajo en el ámbito docente y lo estuve compaginando con el estudio del final de la carrera. Aunque fue una etapa muy dura por el esfuerzo que conllevaba conciliarlo todo, la recuerdo con mucha ternura.
Así que la rama de especialización la elegí por vocación, y también por el hecho de que la Universidad en la que estudié estaba muy enfocada a negocios, empresa y fiscalidad, por lo que tuve muchas asignaturas de derecho tributario (muchas más que en otras facultades) y concretamente en lo que a fiscalidad internacional respecta. Salí de la facultad haciendo rentas y liquidando impuestos, cosa que en general no es el caso de otras ramas.
La vocación internacional me viene al proceder de una familia franco-española que me ha hecho sentirme siempre a caballo entre dos países y dos culturas.
¿Qué palabras describen mejor lo que hace Usted en su trabajo, de qué manera aporta valor añadido a las personas para las que trabaja?
La minuciosidad. Cuando estudio un caso, lo tengo que estudiar a fondo, no sólo hasta conocer todos los detalles, sino hasta localizar todas las potenciales contingencias (riesgos) fiscales. Incluso aun cuando el propio cliente los desconoce, trato de ponérselos sobre la mesa porque creo que no hay mayor poder que el de estar informado.
Otro rasgo que tengo muy desarrollado es el sentido de la justicia que me hace defender cada caso “con uñas y dientes”, hasta el final. Los clientes que lo han vivido conmigo lo saben y supongo que les da mucha tranquilidad.
Pero claro, la parte negativa es que el desgaste profesional es muy elevado…
Esto nos lleva a hablar de las cualidades, o talentos, que Usted tiene para su trabajo. ¿En qué cree que consisten?
Me es fácil empatizar con el cliente para detectar rápidamente lo que quiere y lo que necesita. La gente necesita tranquilidad y saber que está haciendo las cosas bien y, si en el camino pueden pagar menos, que en ningún caso puede significar eludir impuestos, pues mejor.
También creo que al cliente con intereses jurídico – tributarios en los dos países, le da mucha tranquilidad tratar con alguien que, además del idioma, entiende la cultura de los dos países, porque, aunque seamos vecinos, entre sendas culturas existen profundas diferencias. Procuro hacerles entender que, si tengo que tratar con la Hacienda francesa, además de con la española, o con las dos a la vez, lo voy a hacer sin ningún problema.
La fiscalidad es para mucha gente un área un poco, o muy inquietante cuanto menos. ¿Qué le diría Usted a la gente para “reconciliarla” y familiarizarla con esta obligación que todos tenemos?
Pues le diría lo que le digo a todos mis clientes: que a Hacienda no hay que tenerle miedo. Hacienda no es un ente todopoderoso. Si te están comprobando, detrás de las notificaciones que recibes, tienes a una persona trabajando (aunque cada vez menos con la automatización). Si la tratas de engañar, se va a enfadar y las probabilidades de que aumente tu problema o de que no lo puedas resolver tan fácilmente, se van a disparar.
Hay que hacer las cosas bien, porque parafraseando al gran Juan Martín Queralt (prestigioso tributarista), “dormir tranquilo no tiene precio”.
Si uno ha hecho las cosas bien, puede estar tranquilo, porque Hacienda siempre se puede equivocar y si se equivoca, no hay que conformarse y agachar la cabeza, para eso están los recursos y no hay que tener miedo de interponerlos.
Y si uno ha hecho las cosas mal, sin querer o queriendo, y decide regularizarlo, siempre le va a salir mejor que si esconde la cabeza como los avestruces.
¿Qué circunstancias actuales caracterizan su trabajo?
Se caracteriza por una presión en aumento. Pero no creo que eso sea un mal de mi rama, sino de la profesión en sí.
En primer lugar, tenemos las campañas declarativas que se solapan entre sí en el ámbito franco – español y concretamente en la fiscalidad de las personas físicas: arrancamos el año con la declaración informativa de bienes en el extranjero hasta marzo; para pasar justo después, en abril, a la campaña de la renta española y a la campaña de la renta francesa, que se solapan entre sí.
Durante las campañas declarativas, la actividad de las dos administraciones no se para, sino que siguen notificando requerimientos o procedimientos de comprobación (y cada vez más conforme aumenta el nivel de automatización), por lo que hay que atender las dos cosas a la vez, ya que los procedimientos de la Administración también están sujetos a plazo.
Y, como guinda del pastel, durante ese periodo, la vida sigue, la gente sigue necesitando asistencia fiscal para sus distintas operaciones diarias, o para tramitar una sucesión o para realizar una inversión importante…
Durante los primeros seis meses del año tienes varios frentes urgentes abiertos y vives “de guardia” permanente, de lunes a domingo; y durante el segundo semestre del año te relajas un poco, pero sigues poniendo al día asuntos pendientes que tienen que estar finiquitados antes del 31 de diciembre, para volver a empezar con la campaña declarativa del año siguiente.
¿Qué situaciones profesionales o casos le suponen más desafío?
En primer lugar, una competencia creciente que tildaría de asimétrica: cada vez hay más actores en el mercado de procedencia variada que ofrecen servicios de asesoramiento de calidad media o baja a precio también medio o bajo. Por lo que, a veces, a algunos clientes les cuesta entender que el trabajo se presupueste no solo con respecto al grado de especialización, sino también con respecto al nivel de responsabilidad que tenemos que asumir y asumimos como profesionales.
Un aspecto que a veces resulta conflictivo son las consultas. Hay gente que quiere una consulta fuera de expediente y a la que le cuesta entender que la respuesta ni puede ser inmediata ni puede ser gratuita, porque muchas veces, detrás de una respuesta de “sí o no” hay varias horas de análisis y una responsabilidad profesional de cientos o miles de euros y, que, además, han hecho falta decenas de años de estudio para poder y saber contestar a ese “sí o no”. Nuestro estatuto profesional nos hace responsables incluso en caso de asesoramientos gratuitos…
A nadie se le pasa por la cabeza pedirle una consulta, por ejemplo, a un médico de la sanidad privada y pretender que sea inmediata y gratuita. Sin embargo, en nuestro ámbito profesional es algo que se pretende con frecuencia…
El segundo aspecto que a veces es difícil es el conflicto de la inmediatez: con el auge de los servicios de mensajería instantánea y de las nuevas tecnologías, es cada vez más difícil explicar y justificar que no siempre podemos tramitar los asuntos de forma inmediata. Hay veces en que existe una urgencia real, en cuyo caso se da toda la prioridad posible y otras en que, en términos factuales, no existe esa urgencia. Y muchas veces precisamente el primer enemigo de los buenos asesoramientos son las prisas. Esta profesión necesita de una reflexión que es difícilmente compatible con la inmediatez y menos si la inmediatez se multiplica por el número de “urgentes” sobre la mesa.
Aun así, me gusta mucho mi trabajo y me siento profundamente afortunada de poder ayudar a tantas personas y, muchas veces, de devolverles su voz ante una situación jurídica injusta.
Tal y como va el mundo
Pasamos a otro capítulo. ¿Cómo percibe Usted la coyuntura actual, que cosas le preocupan?
Me preocupa la sensación de que, a nivel mundial, en numerosos ámbitos, nos gobierna gente que no parece que sepa a donde va.
Y a nivel de ciudadanía, me preocupa que vivimos en el miedo constante a todo en gran parte como consecuencia de una desinformación generalizada con un espíritu crítico cada vez más inexistente.
El miedo vende. No hay más que ver los titulares de cualquier periódico. Pero actuar por miedo es muy peligroso tanto para los ciudadanos como para los dirigentes.
Y aquí parafrasearé a un compañero abogado que fue mentor en su día, que una vez me dio uno de los mejores consejos que he recibido: “cuestionemos lo obvio”.
Con respecto al futuro inmediato, ¿Qué cree Usted que podemos hacer individualmente, y colectivamente para que las perspectivas sean más halagüeñas?
Creo que lo primero que tendríamos que hacer es mirar al pasado para anticipar el futuro y así ser capaces de adaptarnos y prevenir mejor los acontecimientos.
Otra cosa que creo que nos ayudaría mucho es dejar de suponer. Tenemos muchos miedos y tratamos de sustituirlos por suposiciones. Pero muchas veces suponemos mal y generamos más miedo creando así una espiral sin fin…
¿Es Usted pesimista u optimista?
Tengo que reconocer que generalmente soy optimista en lo que respecta a los demás y pesimista en lo que a mí me concierne. Aunque trabajo mucho en mí misma para cambiarlo y lo cierto es que creo que poco a poco lo voy consiguiendo.
¿Cuál es su mayor temor?
En algunas facetas de la vida soy muy “miedica”. En otras, excesivamente valiente, o eso me dicen en mi entorno más íntimo.
Diría que mi mayor temor es ver pasar los años sin vivir la vida como merece ser vivida. A la vida hay que honrarla cada minuto de cada día.
Pasamos los días enfrascados en ejecutar las tareas rutinarias y en rumiar problemas que la mayoría de las veces solo existen en nuestra cabeza, para, acabar viendo que, sin apenas habernos inmutado, han transcurrido otras veinticuatro horas. Que no son veinticuatro horas más, sino veinticuatro horas menos…
Tiempo Libre y Aficiones
Como sabemos que hay vida fuera del trabajo, nos gustaría preguntarle si tiene alguna afición, alguna actividad no profesional a la que le dedique tiempo.
Tengo bastantes aficiones a pesar de tener poco tiempo libre.
El deporte es una de ellas, practico disciplinas muy diversas, como correr, ciclismo, entrenamiento de intervalos a alta intensidad o HIIT por sus siglas en inglés, o salto en mini trampolín. También tengo épocas intermitentes de kickboxing. Y recientemente me he estrenado en el mundo del triatlón.
La lectura también es una de mis aficiones y me gusta leer de todo, desde novelas de ciencia ficción, hasta recetas de cocina, pasando por revistas médicas, historia, herbología, bromatología, crecimiento personal… Aunque no tanto como quisiera, ya que mi trabajo consiste en leer, y a veces necesito descansar los ojos.
Pero la afición que más me apasiona y que mantengo desde hace prácticamente veinte años son los bailes de salón en todas sus variedades.
Tengo poco tiempo que dedicarle, pero es una actividad muy importante para mí.
¿Qué le aporta esa actividad? ¿Influye en su vida, en su relación con los demás, que le ha enseñado?
Los bailes de salón son para mí la panacea. No hay problema, preocupación o pena que resista más de dos canciones. Me han enseñado muchas cosas, tanto en mi relación con los demás como conmigo misma.
Son como un idioma universal con el que te puedes comunicar, sin pronunciar una sola palabra, con cualquier persona de cualquier lugar a condición de saberte los pasos. Y eso es algo que me sigue fascinando.
En el mundo del baile todos tenemos acento y entonación propios, por lo que a algunas personas las entiendes mejor que a otras.
También, que el baile es una actividad que no entiende de géneros, de religiones, de ideologías, de estatus social, ni de edad.
Con respecto a mí misma, lo que me han enseñado los bailes de salón es que la pasión por algo es el motor más potente del ser humano. Que la pasión está en la mente y que la mente es el motor del cuerpo.
¿Hay alguna anécdota relacionada con el baile que quiera compartir con nosotros, que le parezca especial?
Recuerdo a un profesor de baile que tuve hace muchos años, que decía que el baile primero se siente y luego se aprende y que no cabe lo segundo sin lo primero. Nos hizo seguir las primeras clases de tango con los ojos cerrados, por esta misma razón. Lo dijo Saint-Exupéry: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Algo más personal
Hablemos un poco de usted, ¿Con que actitud cree Usted que afronta generalmente las cosas de la vida?
Creo que en general la afronto con una actitud híbrida entre el pesimismo y la lucha.
Es decir, confieso que suscribo aquel refrán de “piensa mal y acertarás” en un primer momento, pero luego me recompongo muy rápido y me digo a mí misma: “bueno, pero vamos a luchar, sea o no una batalla perdida, la vamos a librar”.
Y muchas veces me doy cuenta después de que no estaba perdida, o de que ni había batalla alguna.
Soy consciente de que esa actitud reactiva no es la más adecuada para ser “feliz” así que trabajo mucho en mí misma para obligarme a respirar y a valorar la posibilidad de que a lo mejor, no hay ningún “mal” en el horizonte o que no está en mis manos el mitigarlo…
¿Puede contarnos que momentos o vivencias han influido especialmente en su vida?
Como vivencia que me haya cambiado para siempre, mencionaría la muerte prematura y repentina de mi madre, que vino sucedida por poco tiempo por la de varios familiares muy cercanos.
Creo que la pérdida inesperada de una madre o de un padre, sobre todo a una edad en la que biológicamente se supone que no toca todavía, es algo que te cambia para siempre. Sentí que me tenía que reconstruir desde cero.
Con los años no diré que lo haya superado, pero sí que he aprendido a vivir con ello. Me ha hecho entender lo efímeros que somos, lo mucho que nos complicamos y preocupamos por cosas que no tendrán ningún impacto real en nuestra vida y lo mucho que damos por sentado. Y lo importante de distinguir lo esencial de lo importante.
Un plazo de entrega en el trabajo es importante. Pero esa llamada a ese ser querido es esencial y lo mismo mañana ya es tarde para hacerla. De modo que trato de no dejarme jamás en el tintero un “te quiero”, un “lo siento” o un “gracias”.
¿Qué le gusta compartir con otros?
Hay una cosa un poco extravagante que me encanta, que hago poco por falta de tiempo: tengo un amigo muy cercano, que más que amigo es casi hermano. Es un fiscalista eminente, que me ha enseñado muchísimo y al que considero maestro.
Me encanta cuando sacamos un rato para vernos y acabamos siempre debatiendo frente a un café o a una cerveza sobre supuestos de laboratorio, doctrina o jurisprudencia. Me encanta porque nunca me corta las alas, aunque le plantee teorías jurídico – tributarias totalmente disparatadas, siempre entra al trapo. Si hay que sacar una servilleta y trazar el esquema de un caso que se nos ocurra allí mismo, en medio de una cafetería, pues se hace y se debate. Son momentos que son míos, suyos y sólo nuestros.
Por lo demás, lo que más me gusta compartir con otros es la tranquilidad.
Las energías y emociones que emiten los que se relacionan con nosotros suelen ser reflejos de lo que emitimos nosotros por lo que para poder compartir paz y tranquilidad primero hay que estar uno mismo en calma.
¿Hay personas (famosas o no) que sean fuente de inspiración para Usted? ¿Por qué motivos?
Me declaro fan de actitudes más que de personas. Y ahí sí, soy “fan” de muchas actitudes…
Por ejemplo, la persona de la que hablo en la pregunta anterior, que es un amigo y un maestro, es una fuente de inspiración. Si se propone un objetivo, sea el que sea, va por él de forma infatigable. Y es capaz de consagrar toda su energía a ese objetivo con disciplina militar y a su vez seguir siendo un profesional brillante, un padre estupendo, un amigo que siempre está disponible…sin que parezca que le suponga esfuerzo alguno.
Otra persona en mi círculo cercano que también me inspira mucho es Miguel Morillon. Es un amigo y una persona muy cercana que a lo largo de los años siempre ha estado a mí lado incluso en momentos difíciles, una persona a la que hay que conocer de cerca para entender que es una persona de las que yo llamo “mágicas”. Si un problema no tiene solución, pues la inventa. Ese es Miguel.
¿Cuál es su receta para equilibrar la vida privada y la vida profesional?
Aprender a escucharse. En realidad, en nuestro interior sabemos bien hasta dónde podemos llegar y cómo. Lo importante es aprender a no sobrepasar ese límite.
Otro ingrediente para el equilibrio es “hacer lo que a uno de dé la gana” de vez en cuando. Hay veces en que es necesario, por un rato, no tener etiqueta y simplemente ser uno mismo…
Dígame qué 3 metas quisiera conseguir a corto plazo.
Me gustaría desarrollar mayor optimismo y más disciplina para alcanzar mis objetivos personales, porque tengo muchísimos y de todo tipo y, al mismo tiempo, rebajar el nivel de autoexigencia, aunque parezca contradictorio. Y a partir de ahí, proponerme otras metas concretas, que son bastante más que tres…
Palabras de cierre
¿Si tuviera una varita mágica qué cambiaría del mundo?
Borraría de un plumazo el miedo infundado. El miedo es una emoción básica que desde el origen de la humanidad hemos necesitado para sobrevivir. Pero el miedo infundado es un lastre que nos paraliza, nos limita y nos impide disfrutar de la esencia de la vida.
Hay un libro de Borja Vilaseca, cuya lectura tengo pendiente, cuyo título enuncia: “¿qué harías si no tuvieras miedo?”. Pues eso…
¿Hay alguna pregunta que no le hayamos hecho y a la que le gustaría contestar?
Creo que no…ya he dicho mucho, cosa a la cual no estoy acostumbrada, porque normalmente quién hace las preguntas soy yo, ja, ja…
Muchas gracias por dedicarnos un poco de su tiempo, y esperamos que le haya resultado agradable compartir esta charla con nosotros.