La crisis económica provocada por el coronavirus será la primera recesión en siglo y medio provocada por una pandemia y tiene muchos vectores que la hacen única; la más sincronizada (nueve de cada 10 países decrecerán este año); la que más ha movilizado a gobiernos (estímulos fiscales) y bancos centrales (compras masivas de deuda; tipos de interés por los suelos); la más profunda para un solo ejercicio en más de ocho décadas y la cuarta más grave, desde 1870.
Según las previsiones publicadas este lunes por el Banco Mundial, la economía global sufriría en 2020 una recesión el doble de grave a la Gran Recesión: a diferencia de entonces, cuando los emergentes escaparon de la quema, hoy todo el mundo se expone a idéntico desenlace.
La buena noticia es que en 2021 volverá el crecimiento. En el escenario base trazado por el banco, la economía global sufriría un desplome del 5,2% este año frente al crecimiento del 2,5% proyectado antes de que la enfermedad llegase para desbaratarlo todo y el triple que una década atrás para repuntar un 4,2% en 2021, teniendo que dejar para 2022 la cicatrización completa de las heridas. En el más optimista el que los mercados de valores llevan ya varias sesiones descontando a la luz de lo visto en las desescaladas, en 2021 se restituiría por completo el desplome con un rebote del 5% e incluso en el peor, en el que un rebrote del virus obligase a nuevos y se produjese una cascada de suspensiones de pagos de Estados y empresas, el PIB rebotaría un 1% tras desplomarse un 8% este año. Las dudas sobre si el regreso a la vida de la economía llegaría el año que viene o ya en 2022 se disipan: se tome el escenario que se tome, 2021 es el año y el debate gira ya en torno a cuánto tiempo se tardará en cerrar por completo la herida.
Pese a ese escenario de hundimiento enorme, pero relámpago y seguido de una recuperación más o menos fuerte, la evidencia histórica también llama a no lanzar las campanas al vuelo. Al menos, no tan pronto: el golpe inicial de la recesión suele ir sucedido por efectos adversos de segunda ronda que agravan los riesgos iniciales y, en este caso, la pandemia puede ser mucho más difícil de controlar en los países de menor renta (y sistemas sanitarios más débiles) “dando lugar a crisis financieras”.
Si en 2009, la mayor parte de los países de renta media dispusieron de la potencia de fuego necesaria para hacer frente al bache que atravesaban varios de sus principales compradores (China al margen) gracias a la buena racha de las materias primas, hoy no es el caso. “En la última recesión global, en 2009, muchos emergentes fueron capaces de implementar grandes paquetes de respuesta fiscal y monetaria. Hoy, en cambio, están peor preparados para capear una caída de la economía mundial y deben lidiar, con una crisis sanitaria severa”. El crecimiento del gigante asiático caerá hasta su mínimo en más de cuatro décadas (1%) arrastrando consigo al resto. Aunque China parece ir recuperándose del fuerte declive de principios de año, la fortaleza del rebote sigue siendo incierta
Las dos zonas emergentes más golpeadas serán, según el Banco Mundial, América Latina y Europa del este y Asia central. El motivo: su apertura económica y su dependencia de las exportaciones, que las hace especialmente susceptibles a un comercio internacional que se encamina a un desplome (-13,4%) también notablemente mayor al registrado hace una década. Y, aunque aquí la recuperación también debería empezar en la segunda mitad de este año o, a lo sumo, en los primeros compases del próximo, esta será históricamente débil.
Miguel Morillon
Letrado del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid
Morillon Avocats