Es Usted escritora y editora, y nos gustaría que nos hablara un poco de su trayectoria en el mundo del libro, que es un universo extenso y lleno de experiencias interesantes. ¿Cómo llegó Usted a este mundo?
Llegué a este mundo por amor a los libros, lo que en este caso actúa como principio de razón suficiente. Estudié Periodismo porque me gustaba escribir y más tarde me doctoré en Literatura Comparada. Trabajé en el departamento de Comunicación de una fundación y luego como diseñadora de muebles, siempre explorando campos nuevos, hasta que decidí darme un tiempo para probar si era posible eso de tener una “carrera literaria”.
En 2012 una editorial publicó mi primera novela y desde entonces no he dejado de escribir y de publicar. Ese mismo amor a las letras se extendió, y supongo que por esas ganas de explorar me hice editora en 2014. Más tarde abrí una librería en Madrid que estuvo funcionando casi cinco años. Así que puedo decir que mi vida está felizmente entregada a la literatura.
Usted ha sido autora antes que editora, según hemos sabido, pero antes fue lectora. ¿Qué ha aportado la lectura a su vida?
La lectura es desde luego el principio o la condición para lo que vino después. Pero, además, le digo sin problema que podría dejar de escribir o de editar, pero no de leer. La lectura es la razón que da lugar a todo lo demás y con todo lo demás me refiero a mis estudios, mi tesis doctoral, la escritura, mi paso por el mundo de la librería y de la edición. Como dice Jorge Comensal, autor de la editorial, y citando el título de su genial ensayo, algunos somos unos Yonquis de las letras, ¡qué se le va a hacer!
Nos gustaría que nos hablara de libros que le marcaron y vamos a hacer el ejercicio de forma cronológica: libros en su infancia y juventud, libros en la edad adulta, y entre los últimos que ha leído?
En la infancia estaban las historias de aquella niña traviesa llamada Sophie de la Comtesse de Ségur, Enyd Blyton, los cómics de Spirou, Tintín, Astérix, Zipi y Zape o Mafalda. Vendredi ou la vie sauvage, de Tournier o Le lion de Joseph Kessel son dos libros que me impactaron, quería vivir esas aventuras. Y las recopilaciones de los cuentos de los hermanos Grimm y de Hans Christian Andersen que se leían encuadernadas en cuero y letras doradas. Luego llegarían Marcel Pagnol, me enamoré de los personajes de La gloire de mon père y Le château de ma mère. Luego fue Camus, todo. Y El amante de Marguerite Duras, ¡esa novela me descubrió tantas cosas! Y el realismos francés, recuerdo en concreto el placer que me produjo la lectura de la saga de los Rougon-Macquart de Zola y Le rouge et le noir de Stendhal, fabuloso. Y cómo Madame Bovary me hizo amar con mayúsculas el oficio de la escritura. Los poemas de Las flores del mal de Baudelaire me fulminaron en un viaje en autobús que se me hizo corto. Luego salté a los escritores rusos, de los que sigo enganchada.
En cuanto a la literatura en español, llegué más tarde a ella, salvo por los libros que había que leer en el colegio que por lo general me parecían aburridos y rancios ¿culpa de algún profesor? No lo sé… Así que ya en la Facultad empecé mi propia formación con Cela, Baroja, Gómez de la Serna, Ramón J. Sender. De la mano de Vargas Llosa salté a los autores de Latinoamérica y a los norteamericanos. Claramente, La ciudad y los perros representa un punto de inflexión en mi educación lectora; decidí leer todo lo de “ese peruano” y dediqué mi tesis doctoral a su literatura, que podía felizmente unir a mis amados Balzac, Flaubert, Hugo y Balzac, por la evidente sincronía que había entre ellos. Ese sería más o menos mi recorrido geográfico por las letras.
Entre lo último que he leído no hablaría de libros que me “hayan marcado” en la forma en la que sí lo hicieron en otros momentos de la vida. Creo que leo con más serenidad. Hay días en los que una frase, un párrafo, un poema o un ensayo me detienen en la lectura, me remueven, me hacen pensar. No pretendo que un libro me deslumbre o me cambie la vida, pero sí que me enseñe o me entretenga y eso lo consiguen muchos y muy variados. También he aprendido a abandonar la lectura cuando no me aporta nada, o muy poco. Y dicho todo esto, hay una excepción: El Quijote que leí, de verdad, hace ahora once años; lo hice con un placer que no recordaba que me hubiera producido un libro desde hacía mucho tiempo y me deslumbró. Decir cualquier cosa sobre este libro es decir lo ya dicho por otros, por eso me limitaré a añadir que en mi caso mantiene mi fe en el ser humano y en la Literatura (y por favor, dejen la mayúscula).
Como autora, ¿de qué le gusta más hablar en sus libros? ¿Qué temas son recurrentes en su obra, si es el caso, o qué tipo de historias disfruta contando?
Como he dicho, me gusta explorar en la vida y también lo hago a través de la escritura. Por eso mis temas son muy variados. No soy una autora de las que circunscriben la escritura a lo que podríamos llamar “temas circulares”, lo que sin duda genera buena literatura. Tampoco busco como condición en la escritura una reivindicación de ideas. Escribo con esfuerzo por el trabajo que supone, pero con mucho placer. Y en todo caso he escrito más sobre las familias porque es un tema que me interesa y que vivo con una sensación fuerte de “pertenencia”; provengo de familias grandes y me gusta observar los comportamientos y las relaciones que se dan entre sus miembros, digamos que tengo muy cerca una gran variedad de arquetipos y de versos sueltos. Pero también he escrito sobre terrorismo, viajes o maternidad. De todos modos, si nos atenemos a lo que decía Borges, hay sólo unos pocos temas sobre los que andamos escribiendo desde el principio de la humanidad. Supongo que sólo los repensamos y reescribimos desde nuestra experiencia y nuestra posición en el mundo. En mi caso, diría que cuando escribo exploro el mundo y me exploro a mí misma. Me trato de explicar las cosas.
Dirige Usted la editorial La Huerta Grande. ¿Cuáles fueron los inicios, qué la decidió a esta aventura, y qué caracteriza este sello?
Este sello nació en Cantabria, en el pueblo en el que vive mi familia. Allí organizamos desde hace muchos años unos Encuentros Culturales que dirige el editor Fernando Gomarín. Gracias a él me acerqué al oficio. Comenzamos publicando algunas de las conferencias que se leían allí, en el jardín de la familia, y me picó el gusanillo de la edición. Decidí así crear la editorial para publicar narrativa contemporánea y ensayo en lengua española.
Siempre parece que hay un debate abierto sobre si cada vez se lee más o si cada vez se lee menos. Las cifras dicen que un 31,5% de españoles no lee nunca. Otros relacionan el número de libros que lee un individuo medio con el PIB de un país. Desde su posición, ¿Qué nos puede contar?
Es cierto que hay un porcentaje de ciudadanos que nunca lee un libro. Pero me gusta ponerlo en perspectiva y situarme a mí misma en esa ecuación. Yo no sé hacer o no hago muchas cosas: tocar un instrumento, desarrollar fórmulas matemáticas, enseñar física cuántica o defender a un inocente con la ley…, todas ellas cosas muy útiles, importantes y necesarias. A veces “los del libro” podemos parecer un poco prepotentes. Es cierto que la lectura aporta mucho, pero además de entretener también exige. Y hay muchas otras cosas en la vida que pueden cumplir con la función de entretener, o que exigen mucho y cuyos efectos son buenos para uno mismo y para la sociedad. No todos hacemos lo mismo.
Pero dicho esto, creo en las bondades de la lectura y me gustaría que ese 31% intentara al menos acercarse a los libros a ver si por suerte encuentra un placer desconocido en ellos. Pero no tiene por qué ocurrir. Entonces pienso que estaría bien que ese 60% que sí lee, leyera más y a poder ser se acercara a los libros que el mercado castiga con la etiqueta de “exigentes, difíciles…”. La lectura es también un ejercicio, y como en los videojuegos, se puede “pasar pantalla” a niveles superiores. Es un reto y es exigente. Pero suele merece la pena.
No tengo nada contra el best-seller, o las novelas de espías y de amor y lujo, pero sería bueno a veces que más lectores hicieran un esfuerzo para leer algo que además de llegar a entretener tiene una calidad literaria algo más elevada. ¿Por qué? Porque hay un tipo de escritura que nos hace pensar y pensarnos de otro modo. No es bueno o malo. Es. Pero de lo que no hay duda es de que la literatura cuando es buena, en cuanto a escritura, es rica en matices y en propuestas. Y nos ensancha el lenguaje; por lo tanto, nos ayuda a conocer mejor y creo que nadie negaría que el conocimiento es bueno sin excepciones.
La producción literaria en España ¿es de calidad (en general)? ¿Qué tendencias se observan?
Es de una gran calidad. No hay objeción a esto. Para empezar, analizando el libro como objeto, nos hemos convertido en una referencia en diseño editorial. Pero además hay un elemento importante y es que tenemos una hermandad con Latinoamérica que está trayendo aquí a autores de aquel continente que están enriqueciendo nuestro panorama editorial y literario, lo que además está enriqueciendo nuestra lengua. Y viceversa. Por último, diría que se traduce mucho y bien.
¿Cree Usted que la Inteligencia Artificial puede escribir un libro que sea un éxito? ¿Y cree Usted que sería sensible a la crítica?
No he leído todavía nada escrito por un programa de Inteligencia Artificial. Sí sé que con esta herramienta (y no olvidemos que es una herramienta al servicio de los seres humanos) ya se han escrito libros. Y que se trabaja en que sean cada vez mejores. En cuanto a saber si sería sensible a la crítica, no creo que un sistema pueda ser “sensible” al modo humano. No sé cómo puede un algoritmo sentirse mal porque le hagan una crítica. Pero repito que sé poco sobre este tema, y por eso he encargado precisamente un ensayo sobre Tecnohumanismo e IA a Pablo Sanguinetti, un estudioso del asunto. Saldrá publicado este mes de junio y tratará todo este asunto de las nuevas narrativas a las que nos enfrenta la IA, así como su papel en lo que entendemos por creación y arte.
Las épocas recientes tan “atípicas” que hemos vivido, desde la pandemia, hasta la guerra, y la inestabilidad que parece que caracteriza estos tiempos ¿son propicias a nuevos relatos? ¿De qué nos hace falta que nos hablen para volver a cierta “cordura” societal?
La literatura ha sido y es un gran diálogo que sirve como catalizador y canalizador de las inquietudes y aspiraciones de la sociedad. Lo que no debe hacer nunca es callar, quedarse muda. Ese sería el gran problema porque cuando ha ocurrido nos ha llevado a lo peor. ¿De qué nos debe hablar? Habla memoria, escribió Nabokov. Me gusta ese título, porque usa dos palabras muy bellas: “Habla”, que es lo que hace quien escribe cuando cuenta, y “memoria” que va asociada la idea de pasado, pero que yo también ligo a calma, la calma de la palabra asentada. La reflexión es inherente al 90% de la escritura, no dudo de que se pueden escribir muy buenos libros desde la premura, la rabia, la inmediatez o un estado de iluminación transitoria pero mi experiencia me dice que suelen salir mal y que son pocos los genios que lo logran.
Tras la pandemia, e incluso durante los primeros meses, cuando aún la sociedad estaba bloqueada y perpleja, surgieron libros que hablaban de experiencias con la pandemia, diarios de pandemia o recetas con “soluciones” … la mayoría oportunistas que no aportan nada. Pondré otro ejemplo curioso que tiene que ver con la guerra, puesto que la cita en la pregunta. Nosotros publicamos en el año 2020 un ensayo titulado Una historia de Rus. La guerra en el este de Ucrania, escrito por el periodista Argemino Barro. En él, Barro, que conoce muy bien Rusia e Ucrania, repasaba la historia de los dos países y analizaba lo que fue la guerra en el Donbás, avisando de los peligros de un asunto mal resuelto. De aquellos barros, estos lodos. La guerra llegó por desgracia en 2022 y ese libro que cuando salió pasó desapercibido, se volvió en cierto modo “necesario”, eso sí, un año y medio después de su publicación. Los buenos libros no deberían caducar.
Repito que no sé de qué nos hace falta hablar, pero hace falta hacerlo desde una mayor serenidad, y desde luego sin la rabia, envidias, odios o revanchismos que sepultan el discurso muchas veces. Eso se aprende con educación, quizás también leyendo y esforzándonos por tratar de escuchar al otro.
Siempre preguntamos a nuestros entrevistados que se hagan a sí mismos una pregunta, si a nosotros se nos ha olvidado o si hay algún tema del que quieran hablar en particular.
Pondré negro sobre blanco unas preguntas que me hago recurrentemente.
- ¿Qué sentido sigue teniendo hoy editar o publicar en un mercado saturado de títulos, saturado de libros escritos con el único fin de cuadrar cuentas de resultados y en el que apenas se venden libros de los que en otro tiempo hubieran “pasado a la historia o al canon” por su calidad literaria?
- ¿Qué es negocio y qué es oficio?
- ¿Es tan necesario o imprescindible nuestro oficio como para que sigamos inflando una burbuja?
Mi respuesta es: «Pido a la gente del sector y a los lectores y amantes de la literatura que lo pensemos juntos». Y desde luego estoy en el centro de la reflexión y me adjudico parte de la crítica que hagamos.
Cuando no se dedica a los libros, ¿a qué dedica su tiempo libre?
A mi familia, a hacer las cosas que me gustan, a descansar y a los amigos. Y dentro de las cosas que me gustan la danza ocupa un lugar central. Es mi otra gran pasión y a la que dedico todo el tiempo que puedo. Desde aquí hago una llamada para que entre todos defendamos la danza en este país, un sector aún más castigado que el de la industria del libro.
Es Usted antigua alumna del LFM. ¿Qué le ha aportado esa experiencia educativa?
Como dije arriba, el Liceo puso la espita de la lectura en mí. Tuve grandes profesores que me hicieron leer cosas que me inocularon esta pasión. Baudelaire, Saint-John Perse, Molière, Camus… fueron mis primeras lecturas importantes y las hice gracias al colegio; seguramente mal leídas, algunas detestadas, pero ahí estaban. Además, conservo a mis mejores amigas de esa época. Somos un grupo de ocho, una piña, nos reunimos, nos acompañamos y nos apoyamos. Mis cuatro hijos han ido también al Liceo y veo que con ellos sucede lo mismo: se fueron antes del BAC, pero sus amigos del Liceo son sus amigos del alma.
Queremos agradecerle que hay contestado a nuestras preguntas y le deseamos la mejor de las suertes en todos sus emprendimientos futuros.